"Entre las clientas de la sevillana Mercedes de la Puerta están las infantas Leonor y Sofía."
Entre las clientas de la sevillana Mercedes de la Puerta están las infantas Leonor y Sofía.
Desde pequeña vendía de todo. Éramos unos 10 hermanos, y si querías
algo, debías pagártelo. Mi padre tenía mucha visión comercial y fue un
gran maestro, creo que me parezco muchísimo a él.
Cuando me casé, hace 15 años, empecé a coser prendas para niños.
Diseñaba modelos de punto que fabricaban señoras en sus casas, y yo los
vendía a tiendas. Hace seis años una amiga que tiene una marca de ropa
de niños me dijo que fabricaban mucho en la India, y me lié la manta a
la cabeza; la gente dice que fui valiente, pero más bien creo que la
palabra es inconsciente, porque no sabía en qué me metía. Partí con mi
marido a la India y comencé a contactar con fabricantes de tela.
Ahora trabajo también con Turquía y Perú; con China ya no, porque
tuve una mala experiencia. Confecciono mucho en España, sobre todo lo
que tiene detalles más elaborados, a los que doy mucha importancia
porque pienso que de ellos depende el éxito. Una amiga me puso en
contacto con empresas de patronaje y otros proveedores, y lancé mi
primera colección. Había producido una barbaridad, porque los indios te
fabrican un mínimo de 2.000 metros si quieres una tela de calidad.
Empecé montando una especie de 'showroom' en el salón de casa de mi
madre, que es muy grande. Como tengo muchos hijos, sabía que quería algo
original y con un buen precio. Cuando llevaba un mes, mis trajes se
veían por todas partes, y eso era un problema, tenía que sacarlo de
Sevilla. Contacté con amigas de mucha confianza y les dejé la ropa en
depósito: vendían en sus ciudades a cambio de un porcentaje. Pero todo
seguía siendo muy casero y daba muchísimo trabajo.
Para que fuera una empresa, debía ser sostenible por sí sola. Propuse
a las amigas de fuera de Sevilla que montaran tiendas de la firma, y
empecé a vender a establecimientos multimarca. Hace dos años puse en
marcha la 'web', que nos ha dado mucha repercusión, y el año pasado mi
marido dejó su trabajo para ayudarme en la gestión, y me pude centrar en
el diseño y la producción. Mantenemos la política del buen precio,
porque apuesto más por el volumen de venta que por el margen de
beneficio, y creo que no me he equivocado.
Empecé con trajecitos y camisas, y he ido añadiendo de todo. Tenemos
ropa de niño, de mamá, y mi reto es hacer canastillas de bebé y, cuando
estemos consolidados, una línea de preadolescentes. Quiero seguir
expandiendo la marca por toda España antes de salir al extranjero.
Cuando publican en prensa fotos de las niñas de las infantas con mis
modelos, se agotan en tienda. Ellas y mis hijos son mi mejor escaparate,
siempre vestidos con mi ropa.
A las niñas las tengo fritas, porque les pruebo veinte mil veces
hasta que el patrón me gusta. Sigo trabajando muchísimo, pero cuando mis
hijos llegan a casa, estoy allí.